Diabetes Escondida

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La época navideña me encanta pero me temo que voy a terminar como una maleta de viaje con las costuras a punto de reventarse. La sala de juntas de mi oficina está abarrotada de cajas de galletas, pasteles y dulces. Si las cosas siguen así, me temo que voy a terminar en la sala de emergencias por haberme comido un lápiz o la cosedora pensando que estaban cubiertas de chocolate.

Aprecio que nuestros proveedores y las compañías con las que hacemos negocios quieran agradecernos por los proyectos del año y que ninguno de ellos tiene la intención de «rellenarme» como lechona de fin de año. Sin embargo, me gustaría preguntarles, ¿Acaso no saben qué es la Diabetes? ¿Es mucho pedir que manden una ancheta de frutas o sanduchitos?

Honestamente, jamás se me ocurre regalar dulces o chocolates a menos que sean para mis enemigos–no hay nada que me divierta más que imaginar a las personas que me caen gordas, ¡mucho más gordas! Pero hablando en serio, durante esta temporada, las empanaditas, buñuelos y turrones se ponen la corona mientras que a las ensaladas y vegetales les crecen raíces en la nevera.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud en el mundo existen más de 420 millones de personas que padecen esta enfermedad y las proyecciones para los próximos quince años es que éste número se duplicará.

Más allá de la obesidad, la diabetes causa pérdida de la visión, falla renal y cardíaca, trombosis y amputaciones. A pesar de los esfuerzos gubernamentales y sociales, ésta enfermedad pasa desapercibida. Si bien es cierto que algunos casos no tienen nada que ver con los hábitos de alimentación, la vasta mayoría sí. Como dice el dicho, «Uno se adelgaza por donde se engorda«.

En contraste con la falta de atención de la población en general, hay un sector que vive pendiente: la industria farmacéutica. Cada mes salen al aire nuevos comerciales de medicamentos para el control de los niveles de azúcar, todos listando los ridículos efectos secundarios que matarían a los pacientes antes que la misma enfermedad.

Mi esposo se burla de esos avisos de televisión y se inventó su versión: «Si se le inflama el coto, si empieza a pensar como el sexo opuesto, si le dan ganas de razurarse la cabeza, o si se muere del susto, contacte a su médico inmediatamente, ¡así ya este muerto!«.

Comer bien y balanceado es una tarea difícil, punto. Y mucho más durante la Navidad. Aunque trato de controlarme en la casa, en la oficina me rindo. Apenas son las 10 de la mañana y ya asalté la sala de juntas dos veces. Me comí tres galletas y cinco cerezas cubiertas de chocolate–al menos las últimas son frutas entonces no cuentan, ¿verdad?

Gracias a Dios diciembre pasa rápido, de lo contrario, me contratarían para posar de Papa Noel en el supermercado.

Gracias por leer y compartir.

Xiomara Spadafora

Esta columna fue patrocinada por Zellner Insurance Agency. Muchas cosas en la vida no tienen seguro. Para todo lo demás, llame a Zellner (888) 208-8119

Una respuesta a «»

  1. Una época para dar gracias a Dios por la vida y por todo lo que nos da cada día. Bienvenidas todas las delicias engordantes que los días pasan tan rápido, que pronto comenzarán las horribles dietas jaja. A disfrutar! Bonita y muy oportuna columna Xiomara. Gracias.

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