El pasado miércoles, 20 de septiembre, me embarqué en una aventura a la que jamás me había atrevido por miedo a enloquecerme en el intento. Durante 15 horas de viaje por carretera, cinco adultos y dos niños recorrimos 900 millas (1.500 kilómetros) en una mini-van desde Jacksonville, Florida hasta Greenwood, Indiana.
El motivo del viaje fue un matrimonio y la reunión de la familia de mi esposo. La última vez que nos habíamos encontrado fue en septiembre de 2009 y desde entonces ocurrieron: un funeral, tres matrimonios y seis nacimientos.
En comparación con la mayoría de las familias colombianas, las cuales se reúnen con mucha frecuencia, unir una familia estadounidense es una tarea titánica. En el caso de la familia de mi esposo, hay miembros en cada rincón del país, desde California, Texas, Florida, Missouri, Indiana, Kentucky, Illinois y Ohio. Por esta razón, este tipo de encuentros son inolvidables. Continuar leyendo «Cuando la Sangre Llama»