Mis pasadas vacaciones en Colombia me dejaron, además de varios kilos de más, una nueva filosofía de vida. Los días que pasé en Casanare y el Altiplano Cundi-Boyacense me hicieron reflexionar sobre la manera cómo existo en el tiempo.
La realidad es que la Tierra rota a la misma velocidad, en cualquier longitud o latitud del planeta, y nada en el universo lo puede cambiar. Mientras mi tío–cultivador de arroz–vive su vida literal y metaforicamente a la velocidad de la luz, es decir sin afán, yo paso mis días como ratón de laboratorio, corriendo en una rueda de metal sin llegar a la meta. Continuar leyendo «Del afán no queda sino el cansancio «