
El año pasado, mi hijo de ocho años empezó a tener dificultades con las matemáticas de segundo de primaria. Durante varios días, la mesa del comedor se convirtió en un lugar de tortura medieval cuando empezábamos a hacer las tareas. ¡Quién se iba a imaginar que la pregunta cuánto es 3+2 causara tanta angustia!
Por esta razón, decidí contratar un servicio de tutoría después del colegio. Luego de dejarlo en su primera sesión, vi el aviso del local adyacente y me di cuenta de que yo también necesitaba tutoría, pero de otro tipo.
Desde ese día y casi todas las semanas sin falta, he practicado yoga religiosamente con un simple objetivo: hacer una pausa en el afán de mi vida y respirar profundo. Continuar leyendo «Respirar profundo»