El viernes pasado mi esposo aterrizó en Bogotá, y con su llegada empezó la última semana de nuestras vacaciones en Colombia. Cuando lo recogí le pregunté cómo le había ido en la escala en Ciudad de Panamá. “Espectacular. No tuve un solo problema”, me contestó feliz pues su vuelo llegó 30 minutos antes de lo esperado.
¿Quieren saber cuál fue mi experiencia? Un calor infernal en el aeropuerto Tocumen, que al parecer no pagó el recibo de la energía pues el aire acondicionado estaba dañado. Una hora de retraso en nuestro vuelo de conexión, y para rematar, tuvimos que esperar media hora dentro del avión para despegar—todo esto amenizado con el berrinche de mi niño de cuatro años que estaba con hambre y con sueño. ¡Como siempre a mí me fue como los perros en misa y a él como el Rey de España! Pero bueno, lo importante es que llegó sano y salvo. Continuar leyendo «Prometo No Cambiar»