Al paso de Picasso

Queridos lectores,

Primero que todo, les pido perdón por la ausencia. ¡Mi vida gringa tiene más pelos que un gato por estos días! No obstante, mi amor por Colombia late y muestra de ello es “Al paso de Picasso”. Este cuento es parte de la onceava edición de la revista infantil digital Cooltura que fue lanzada ayer en conmemoración del Día de la Independencia. Los invito a que lo lean en compañía de sus hijos, nietos o sobrinos. Tenemos que enseñarle a la niñez colombiana que al país hay que amarlo y respetarlo, no gritarlo, como lo hicieron los llamados adultos durante la instalación del Congreso el 20 de julio. Visiten el sitio web de la revista coolturarevistainfantil.com y deléitense con las demás historias e ilustraciones.

Para facilitarles la lectura a aquellos que no les gusta leer en pantalla, este es el texto:

AL PASO DE PICASSO

Autora: Xiomara Spadafora

Érase una vez un caballo llamado Picasso a quien le gustaba bailar. Desde el día de su nacimiento, el potrillo siguió el ritmo de la música llanera que el veterinario estaba escuchando. Aunque se tambaleaba para mantenerse en pie, Picasso movía sus casquitos con cada acorde del arpa.

Picasso era el menor de los potros de la hacienda La Carupana, famosa en Antioquia por criar los mejores ejemplares de paso fino en el país. Su capa de pelo color negro azabache era la herencia de su padre, el campeón llamado Tenor.

Su madre, Aurora, era de capa de pelo alazana y la reina de la hacienda que había sido traída desde los llanos orientales. Además de la nobleza, Aurora le había heredado a Picasso la misma mancha blanca en forma de diamante en la mitad de los ojos.

Picasso era la mezcla perfecta de los temperamentos de sus padres. Era brioso, pero también dócil. Y curioso, especialmente con la música. Aunque estaba en un riguroso calendario de entrenamiento, con frecuencia se escapaba hacia la hacienda vecina en la que los trabajadores tocaban guitarra luego del almuerzo.

Una tarde de agosto, Picasso le confesó a su madre que estaba aburrido de entrenar para el desfile de paso fino de la Feria de las Flores de Medellín.

Yo no quiero desfilar, ¡yo quiero galopar!”, decía Picasso golpeando los cascos en el pasto.

Aurora lo consintió con la cabeza y le susurró al oído, “Entonces sé valiente y busca lo que quieres”. Al tiempo, voltearon a mirar la reja de la hacienda que alguien había dejado abierta por error.

Picasso sacudió la crin de lado a lado sintiendo el corazón latiendo a millón. Le dio un beso a su madre y arrancó como una locomotora. “Te prometo que volveré!”, Picasso relinchó al viento y galopó sin cesar por horas hasta que el sol cayó detrás de las montañas.

Hasta ese momento Picasso había disfrutado una vida de privilegios. Todos los empleados de La Carupana lo consentían. Su lecho de paja siempre estaba limpio y confortable, comía heno fresco a su antojo y recibía manzanas de merienda a cualquier hora del día.

Ahora, parado en la mitad de la nada, lejos de toda civilización, Picasso comprendió que debía valerse por sí mismo y enfrentar los retos que se presentaran en el camino. Por primera vez, tomaría sus propias decisiones y manejaría las consecuencias de sus actos. Suspirando, contempló las estrellas y comió pasto en la ribera de un río. El sonido de la corriente se convirtió en un arrullo y Picasso se quedó dormido.

A la mañana siguiente, el potrillo galopó sin rumbo hasta que un dulce olor lo detuvo. Había llegado al Valle del Cauca. El fragrante olor de las plantaciones y fábricas de azúcar envolvían el aire tibio de la mañana.

Picasso galopó hasta una estación de gasolina en busca de agua para calmar la sed. Encontró una tinaja de plástico al lado de un camión y luego de saciarse, el sonido de unas trompetas lo hicieron relinchar.

El conductor del camión abrió la puerta para revisar una de las llantas delanteras y la canción “Cali Pachanguero” retumbó en la radio. Picasso jamás había escuchado la música salsa. La combinación de percusión, piano, trombón, saxofón y flauta fue una explosión para sus sentidos.   

Al terminar la canción, Picasso vio en otro vehículo de carga un aviso que promocionaba un festival vallenato con la imagen de un acordeón. Preguntándose qué sonido tenía este instrumento, el potrillo empezó a galopar hacia la costa colombiana.

Dos días y dos noches después, Picasso llegó a una villa de pescadores que estaban cantando un vallenato a lado de una fogata. El sonido del acordeón alertó sus orejas mientras que los golpes de la caja le hicieron mover sus patas y sus ancas.

El grupo de jóvenes estaba tocando el clásico del maestro Rafael Escalona “La casa en el aire” El cantante llevaba el ritmo con la guacharaca y el resto cantaba los coros. Picasso se unió a la parranda marcando el ritmo con sus cascos en una caja de madera.

Antes de que el sol naciera, Picasso se despertó con sed y caminó hacia el mar pensando que era agua fresca. Pero al beber un trago descubrió que era salada y salió desbocado. Picasso galopó por dos días con rumbo al oriente del país.

Las inmensas planicies del Casanare, en las que no se sabe dónde comienza o termina el cielo, lo dejaron sin respiración. Por fin entendió por qué su madre extrañaba tanto la tierra donde había nacido.

Picasso recorrió las calles en busca de agua y encontró un grupo de música llanera tocando en la plaza de la iglesia. El sonido del arpa le llegó como una flecha al corazón y los recuerdos de su madre lo abrumaron.

En ese instante, el cantante del grupo, llamado Joaquin, vio al caballo llevando el ritmo con sus cascos y se le acercó lentamente. Picasso estaba en un trance musical con los ojos cerrados y no se dio cuenta de que el joven lo estaba acariciando.

Cuando abrió los ojos, el muchacho le dijo, “Estás muy lejos de casa Picasso. Tu madre debe estar preocupada por ti”. Joaquin había trabajado en la hacienda donde Aurora había nacido y reconoció la mancha inconfundible en forma de diamante.

Al terminar el concierto, Joaquin llamó a los dueños de la hacienda El Cielo. Éstos enviaron un camión para recoger a Picasso y lo llevaron de vuelta para La Carupana.

Viendo las majestuosas montañas del eje cafetero Picasso se emocionó. A pesar de que había disfrutado sus días de aventura, comprendió que su hogar era maravilloso y que los desfiles de paso fino eran exactamente lo que más le gustaba hacer en el mundo: bailar.

Picasso saltó del camión y galopó hacia la caballeriza buscando a su mamá.

Hallaste lo que tanto buscabas hijo?”

Si. Y me di cuenta de que lo que quería siempre estuvo aquí”.

Joaquin le escribió una carta al entrenador de La Carupana contándole sobre el increíble gusto de Picasso por la música. Desde ese día, el entrenador incluyó salsa, vallenatos y música llanera en todos los entrenamientos de Picasso.

A la semana siguiente, Picasso ganó el primer premio de la exposición equina en la Feria de las Flores. Los espectadores al verlo bailar, se unieron llevando el ritmo con las palmas y todos terminaron bailando al paso de Picasso.

FIN

Sin pelos en la lengua

Unos de mis recuerdos indelebles de infancia incluyen las tardes en las que, después de llegar del colegio a mi casa, me sentaba a hacer tareas en el cuarto de costura con mi Abuela. Por lo general, ella me daba gelatina de fresa con galletas Ducales de onces y me sentaba en la mesa de cortar las telas.

Mientras ella cosía y yo completaba mis planas de la a, e, i, o, u, el programa Pase la Tarde de Caracol Radio amenizaba el ambiente. Una de esas tardes fue el 6 de noviembre de 1985, el día que el M-19 se tomó el Palacio de Justicia. Yo tenía cinco años.

Tuvieron que pasar muchos años para que yo comprendiera la magnitud histórica de este evento: 27 horas, más de 100 muertos (54 civiles) y una decena de militares condenados por sus acciones. Estas cifras se les han olvidado a muchos en Colombia.

No obstante, hay un personaje que mantiene el recuerdo de la toma muy fresco. Pero en lugar de condenarlo, lo eleva a un acto de rebeldía política que según él, buscaba decirle a la sociedad: ”el camino es la paz”.

Treinta y seis años después, Gustavo Petro, el candidato favorito a la presidencia de Colombia, todavía defiende el ataque del M-19 y a sus camaradas a quienes llama “políticos jóvenes”. (Lea la entrevista de Vicky Dávila en Semana).

Llevo una semana aguantándome las ganas de escribir sobre este tema porque detesto el baile de la política electoral. Pero esta mañana leí un artículo en las páginas del Wall Street Journal titulado “Un admirador de Chavez se puede llevar a Colombia”.

Cabe mencionar que es el único artículo publicado referente a las elecciones de este año en Colombia ya que, ni el New York Times ni el Washington Post han escrito una línea acerca de la carrera presidencial. ¿Será un silencio a propósito? Quién sabe qué están pensando los gringos.

Lo que yo si sé, es que no voy a votar desde Estados Unidos. En 2018 prometí que nunca más votaría por respeto a mis compatriotas. Considero injusto que yo, viviendo por fuera, tenga voz y voto sobre las consecuencias para un país al que no contribuyo económica o socialmente.

Sin embargo, toda mi familia está en Colombia y por esta razón me duele y me preocupa mi patria en lo más profundo de mi ser. Por respeto jamás les daría mi opinión por quién votar, porque acaso, ¿quién soy yo sino una exiliada voluntaria más?

Lo único que puedo decir es que entiendo completamente el por qué del ascenso de Gustavo Petro en el electorado colombiano. Su discurso seduce porque habla de justicia social en un país que la desconoce.

Comprendo por qué millones están hastiados de la corrupción de la clase gobernadora, la cual se ha repartido la riqueza del país para comprarle a las esposas y a las mozas carteras de diseñador con la plata de los pupitres de las escuelitas del campo.

El despilfarro y la avaricia indignan y dan ganas de revolcarlo todo como Jesús lo hizo en el templo. Pero les pregunto, mis lectores, ¿llegó Colombia al punto de elegir a consciencia una figura que legitimiza y endulza la muerte y la violencia de su causa sin pelos en la lengua?

Gracias por leer y compartir.

Xiomara Spadafora

La causa no solo es la enfermedad. También es el paciente

Hola queridos lectores,

Espero que el 2022 los esté tratando con cariño. Mi Vida Gringa me ha mantenido bastante ocupada alejándome de la escritura. Sin embargo, desde el inicio de esta semana he seguido una noticia que pocos medios en Estados Unidos han escogido, ya que la obsesión por la posible invasión de Rusia a Ucrania es más jugosa.

Según el diario Wall Street Journal y Johns Hopkins University, el promedio de muertes en siete días en Estados Unidos llegó a 2.258 el martes 25 de enero—1.000 muertes más que el día más alto en febrero del año pasado.

Si bien es cierto que la gran mayoría de muertes se registran dentro del grupo de personas no vacunadas—el reporte del Centro de Control de Enfermedades (CDC) del 21 de enero apunta a que la tasa es 68 veces más que la de la población vacunada—el Coronavirus en sus diferentes versiones continúa cobrando la vida de muchas personas.

Los siguientes son los porcentajes de las muertes por Covid-19 en Estados Unidos hasta el 28 de enero. Están listados en la página del CDC, divididos por grupo étnico e incluyen todas las edades:

Blanco-No Hispano 62.3%, Hispano-Latino 16.8%, Negro-No Hispano 13.8%, Asiático-No Hispano 3.4%, grupo múltiple-No Hispano 2.4%, Indio Americano 1.1%.

Ahora, comparé estas cifras con las de obesidad recopiladas hasta el 2020:

Negro-No Hispano 40.7%, Hispano-Latino 35.2%, Blanco-No Hispano 30.3%, Asiático-No Hispano 11.6%

Infortunadamente, los hispanos estamos en el segundo puesto de ambas categorías y no me sorprende, pues la obesidad triplica el riesgo de muerte por Covid.

Teniendo en cuenta lo anterior, me puse a pensar en el ascenso de las cifras de muertes en Colombia. Luego de haber estado por debajo de 50 por varias semanas, actualmente están por encima de 250. 

Los medios y agencias gubernamentales de salud, tanto en EEUU como en Colombia, insisten en que la variante de Covid Omicrón es más contagiosa y por esto los casos y las muertes aumentan inevitablemente

Pero entonces cómo se explica que varios países de Europa—Holanda, Dinamarca, Reino Unido, Irlanda, Francia, Alemania, Portugal entre otros—a pesar de haber visto el mismo incremento de casos las muertes continúan en descenso.

La semana pasada mi esposo y yo tuvimos la oportunidad de charlar con un amigo quien es un alto directivo de uno de los hospitales más grandes de mi ciudad. Uno de los aspectos que discutimos fue que la gran mayoría de los pacientes que han muerto en su hospital–desde el inicio de la pandemia hasta hoy–eran obesos.

Nos explicó que un paciente que sufría de obesidad pudo vivir sin haber sido diagnosticado con diabetes, hipertensión o enfermedad cardiovascular. En consecuencia, al ser admitido en urgencias no listó ninguna preexistencia, pero el progreso y desenlace de la enfermedad fue el mismo.

Como lo he pensado y escrito desde el inicio de la pandemia, el coronavirus es un enemigo que tiene muchas cosas a su favor. Además de la rapidez de contagio y propagación, el virus se nutre de la falta de información de sus víctimas.

Covid-19 siempre va a encontrar a quién infectar si las políticas de salud continúan apuntando solo hacia medidas de prevención superficiales. Sin importar cuántas máscaras o vacunas se ponga una persona con obesidad, siempre estará en riesgo si continúa comiendo y bebiendo calorías en exceso.

Gracias por leer y compartir.

Xiomara Spadafora

P.S. Si desea leer más sobre la obesidad visite este enlace https://www.mayoclinic.org/es-es/diseases-conditions/obesity/symptoms-causes/syc-20375742

Aviso de responsabilidad: Las opiniones expresadas en este blog pertenecen a la autora y no son influenciadas por patrocinadores ni anunciantes. Mi Vida Gringa no es responsable por los comentarios de los lectores. Todos los derechos de reproducción total o parcial son reservados.

¿Hasta cuándo?

Covid-19 ha dejado imágenes indelebles en la memoria. En mi caso, una de las más conmovedoras fueron los videos de conciertos de aplausos y música clásica desde balcones y techos en Italia en honor de los trabajadores del sector salud.

Las metrópolis del mundo, desiertas de transeúntes, se convirtieron en teatros a las ocho de la noche para halagar a aquellos héroes que día tras día arriesgaron sus vidas para salvar las de otros.

Irónicamente, dieciocho meses después de que esta plaga se apoderara del planeta, muchos de esos mismos “héroes” han sido despedidos en las últimas semanas en EEUU por rehusarse a la vacuna del Covid-19 tras un mandato presidencial.

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La Superliga de culebras

Llevo meses esperando un tema para escribir que me sacara del estupor mediático del Covid-19 y por fin me llegó la semana pasada: la debacle de la novata Superliga de Europa.

El balompié—o soccer en inglés—no es un tema que ocupe mucho espacio en los medios estadounidenses. Si hay algo que los gringos tienen de sobra son múltiples ligas deportivas para sentarse al frente del televisor y destapar un six-pack al estilo de Homero Simpson.

No obstante, el drama generado por el lanzamiento de la Superliga y su inesperado colapso en menos de 72 horas fue de tal magnitud, que diarios económicos como el Wall Street Journal siguieron de cerca la historia llenando párrafos al por mayor.

El fútbol es un deporte que despierta emociones viscerales. Sin importar la derrota o la victoria, las jugadas concebidas por los astros en fracciones de segundos y finalizadas con zapatazos de ensueño, hacen que los corazones de los aficionados se salten unos cuantos latidos por partido.

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Ojalá yo fuera mi perra

Sasha roncando.

Ver a mi hermosa perrita Sasha dormir—y roncar como un tren—me da una paz increíble estos días. Sasha tiene trece años humanos y vive una vida que envidio.

Sasha es dueña de tres camas abollonadas, distribuidas en puntos estratégicos de nuestra casa para tomar las 24 siestas del día, cada una de una hora.

Adicionalmente, debido al fuerte invierno que estamos pasando en la Florida, ahora Sasha modela un sweater rosa pálido con el letrero en la espalda: “Los fines de semana son mis favoritos”. Este letrero me dio la idea de este blog porque en realidad, su vida es un eterno fin de semana.

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Año nuevo: ¿vida nueva o la misma?

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Desde hace más de veinte años tengo una tradición especial para la víspera del Año Nuevo. Antes de que las copas se me suban a la cabeza y tenga que escribir con un ojo cerrado para enfocar la letra, escribo una lista con doce deseos.

Cuando el reloj marca cinco minutos para la medianoche, me como una uva por cada deseo, leyéndolos mentalmente. Luego de los abrazos y el brindis, abro la tarjeta que contiene los deseos escritos el año anterior.

No me acuerdo con exactitud lo que pedí el año pasado, pero sospecho que no voy a poder tachar muchos de mis deseos como cumplidos. 2020 me ha dejado, como a muchas otras personas, la vida en suspenso.

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Regreso al colegio. Regreso a la vida.

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Hace dos semanas, el 31 de agosto, mi hijo empezó cuarto de primaria. Como buena madre, me preocupé innecesariamente pensando que los seis meses de televisión, videojuegos y entrenamientos deportivos a la hora que él quisiera, habían alterado su habilidad de seguir una rutina.

Por el contrario, mi hijo se levantó el primer día de colegio con toda la tranquilidad del mundo. Se desayunó–en la mesa del comedor en lugar del sofá–y se arregló en minutos sin quejarse una sola vez. Mientras tanto, yo le empaqué la lonchera y le recordé que usara el inhalador del asma antes de lavarse los dientes.

Aunque el ritual de la mañana fue prácticamente el mismo que el de antes de la pandemia, un cambio importante es que tomamos la decisión de no usar el bus escolar. En nuestros ojos, el antes adorado bus amarillo se convirtió en un plato de Petri gigante. Continuar leyendo «Regreso al colegio. Regreso a la vida.»

Controla lo que importa

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Hay un mantra en la literatura de auto ayuda que dice “controla lo que puedes controlar”. Sin embargo, este fin de semana encontré una perla de sabiduría que va un paso más allá: de todas las cosas que puedes controlar, concéntrate en las que importan.

El miedo natural de contraer COVID-19 o de que un ser querido se enferme gravemente de este virus ha producido reacciones en todas las esquinas del planeta. La humanidad ha cambiado su estilo de vida para acomodarse a la nueva realidad y sentir que mantiene algún grado de control.

En medio de esta situación, los medios de comunicación amplifican el terror en lugar de proveer información relevante, como los resultados de recientes investigaciones que apuntan a la raíz del problema.

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Añejada a la perfección

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La semana pasada por fin cumplí 40 años. Lo digo de esta manera porque soy la menor del grupo de mis  mejores amigas y, aunque no lo crean, ¡hace rato quería subirme al cuarto piso!

Hablando en serio, mi edad mental ha sido 40 por muchos años. La vida que Dios me dio ha sido todo menos aburrida y cada año ha contado el doble.

Tuve el privilegio de celebrar en casa con mi adorado esposo, hijo, mamá, una prima y el resto de mi familia en Colombia por medio de una conferencia en Zoom. Cantamos el Happy Birthday, comimos torta y lloramos recordando el día de mi nacimiento. Continuar leyendo «Añejada a la perfección»