
Lo que empezó el sábado 23 de febrero y que continúa hoy frente a las cámaras del mundo en la frontera entre Colombia y Venezuela bien parece una zona de guerra. Es el antónimo de la anhelada y publicitada entrega de ayuda humanitaria por parte de los Estados Unidos.
La crueldad de la imagen del dictador Nicolás Maduro bailando salsa en Caracas al frente de sus simpatizantes, declarando victoria porque le quitó el pan de la boca a miles de venezolanos, fue como echarle sal a una herida abierta.
Si bien es cierto que el liderazgo del presidente interino Juan Guaidó han inspirado la administración Trump, la Unión Europea y las repúblicas vecinas a respaldar su sueño emancipador, todos están ignorando la consigna de guerra del filósofo chino Lao Tzu: «No hay peligro más grande que subestimar al enemigo». Continuar leyendo «Final en continuación»