Conductora de la Tercera Edad

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El miércoles pasado, fue el cumpleaños número 82 de mi Abuelita. Esta mujer, fácilmente podría ser familiar de Superman, pues después de todo lo que ha tenido que vivir y sobrevivir, solo es posible si está hecha de acero.

Nacida en 1934, en una república adolescente, no pudo terminar el colegio debido al espiral de violencia desatado por la lucha de los partidos políticos. Por esta razón y con un horizonte árido de oportunidades, siguió el camino del matrimonio logrando engendrar una numerosa y especial descendencia.

Hay cosas que mi Abuelita no aprendió a hacer cuando era joven, entre esas conducir un automóvil. En sus años de juventud, caminar era el medio de transporte predominante y ¡gracias a Dios! De lo contrario, la dieta colombiana, rica en carbohidratos y grasas habrían acortado su existencia.

El tiempo transcurrió y los automóviles pasaron de ser un lujo a una necesidad. Sin embargo, mi Abuelita no necesitó aprender a manejar porque contó con siete choferes–sus hijos–que la llevaban a donde quisiera.

Esa es una de las ventajas de tener varios hijos. En cambio, a mí me tocará llamar a Uber para ir a hacer mercado cuando mi único hijo esté de paseo por el mundo con la novia de turno.

Pero entonces, si no conduce, ¿por qué motivo recibió una multa de tránsito el día antes de su cumpleaños?

Mi Abuelita tiene un carro que a veces mis tíos se turnan para hacer vueltas. El “bebé” de la casa le pidió el carro prestado por emergencia y como todavía maneja como un muchachito, las cámaras de la autopista lo agarraron infraganti excediendo el límite de velocidad pues iba como alma que lleva el diablo. Entonces, como ella es la que aparece en los papeles del carro, le tocó hacer el curso pedagógico para ahorrarse la mitad de la multa.

El lunes, a las once de la mañana en punto, mi Abuelita y mi Mamá estaban listas en la oficina de tránsito. Les llegó el turno de acercarse a la ventanilla para registrarse y el funcionario le preguntó a mi Mamá cuál era la razón de la multa, pensando que ella era la infractora.

Cuando iba a empezar la clase, mi Abuelita y mi Mamá se acercaron a la puerta y el funcionario les dijo que los acompañantes no podían entrar. Mi Mamá se devolvió a la sala de espera y mi Abuelita se quedó mirándolo y le dijo, “¿Me va a dejar entrar?” El señor quedó confundido y rascándose la cabeza.

Sentada en un pupitre y rodeada de hombres de la mitad de su edad—¡y después dicen que las mujeres no sabemos conducir! –mi Abuelita escuchó pacientemente al funcionario del tránsito hablar sobre el peligro de la alta velocidad y de conducir embriagados. Casi dos horas después y con la espalda adolorida, le empezó el hambre y el mal genio.

Levantó la mano y cuando le dieron la palabra dijo, “Voy a cumplir 82 años en dos días, yo no manejo, no bebo y tengo hambre. Pero después de escucharlo hablar de manejar bajo el efecto del alcohol, les voy a dar un consejo: a mí también me gusta el whiskey, pero más bien, tómense una cerveza sin alcohol. Mi hijo menor trabaja en la cervecería que las fabrica y todas las semanas me trae unas cuantas. ¡Son deliciosas!”

Todo el grupo soltó la carcajada y el profesor simplemente le dijo sonriendo, “Muy bien dicho mi señora. Aunque falta media hora, vamos a concluir para que no le dé más hambre”. Mi Mamá, quien estaba esperándola afuera del salón, vio salir a mi Abuelita rodeada de gente dándole las gracias por haber acortado la agonía. El miércoles, cuando la llamé a desearle Feliz Cumpleaños, me hizo llorar de risa contándome la historia otra vez. Mi Abuelita definitivamente es un personaje.

No existe sabiduría más grande que la de las abuelas. Con ternura, mi Abuelita le “cantó la tabla” a todos los infractores y les dio una lección y la mejor solución para evitar tragedias en el futuro. Eso sí, espero que la cervecería a la que ella le hizo propaganda le mande un cheque bien jugoso por la exitosa campaña publicitaria que, sin pensar, ella inició.

Gracias por leer y compartir.

Xiomara Spadafora

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Columna patrocinada por Zellner Insurance Agency. Muchas cosas en la vida no tienen seguro. Para todo lo demás, llama a Zellner (904) 356-1492

 

4 respuestas a «Conductora de la Tercera Edad»

  1. Mi madre condujo hasta avanzada edad, en una ocasion un guarda de transito la paró y le dijo » señora creo que no se ha dado cuenta pero lleva las medias puestas» y ella le respondió » si no me he bajado como sabe que tengo medias?»

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