A pesar de la vasta distancia geográfica que existe entre Colombia y Estados Unidos, actualmente tienen dos cosas en común; los perdedores en la arena política: Polo Democrático (ahora Movimiento Progresistas) y Partido Demócrata, respectivamente.
El parecido no solo radica en el nombre, sino en las causas de sus luchas más recientes. En Bogotá, es el regreso de la Temporada Taurina y en USA, es el nuevo Presidente Donald Trump, a quien curiosamente acusan de una actitud que se deriva de la palabra «toro» en inglés, bullying.
Sin embargo, lo más escalofriante de las similitudes entre los perdedores es el modus operandi de sus grupos de protesta, cartacterizados por la violencia extrema y el lenguaje soez exhibidos en las capitales de ambos países.
En Bogotá, los animalistas/ecologistas–o mejor dicho «mamertos»–protagonizaron grotescas escenas de enfrentamientos con los aficionados a los toros, lo cual llevó a las autoridades a desplegar el Escuadron Movil Antidisturbios (Esmad) de la Policía.
Ahora miremos lo que ha pasado en Washington. Los grupos que rechazan la administración Trump han colapsado la ciudad, incendiado vehículos, destruído propiedad privada y hasta amenazado con volar en pedazos la Casa Blanca.
Al mismo tiempo, tanto en Colombia como en Estados Unidos, muchos de los protestantes siempre están encapuchados. Yo me pregunto, si consideran que su causa es tan legítima, ¿por qué se tapan la cara?
El derecho a la libertad de expresión, es tanto inalienable como necesario, para mantener una democracia saludable. Pero, cuando la iniciativa de una protesta cae en las manos de revoltosos profesionales–contratados por los partidos políticos y pagados por debajo de la mesa para destruir la propiedad y tranquilidad ajenas–pierde su honorabilidad.
En el pasado, los protestantes eran las víctimas del abuso de la policía. Ahora son los protestantes los que victimizan tanto a la policía como a los ciudadanos que no comparten sus puntos de vista.
Al final, sea cual sea la causa o el mensaje de su marcha, ésta se diluye en el fastidio de las personas que tienen que recoger los vidrios rotos.
Una de las protestas más recordadas y trascendentales en la historia moderna de Estados Unidos fue la protagonizada por Martin Luther King en 1963. La Gran Marcha propulsó el Acto Legislativo de Derechos Civiles de 1964 el cual buscaba desegregar a las comunidades afro-americanas.
Si no lo han visto, les recomiendo el video del discurso del Dr King. Más que un discurso es un poema a la hermandad. Sin romper una botella ni mentarle la madre a nadie, Martin Luther King logró con su mensaje hacer que los asistentes soñaran como él, con un futuro a color y no en blanco y negro.
Como dice el dicho gringo, «se atrapan más moscas con miel que con vinagre» y hasta mi hijo de casi seis años lo tiene claro. Por ejemplo, si él me pide jugar con el iPad con tres piedras en la mano, en lugar de ganásela termina perdiendo el iPad y de pronto la televisión. Pero por el contrario, si me la pide por la buenas, le encimo una galleta.
Gracias por leer y compartir.
Xiomara Spadafora
Esta columna fue patrocinada por Zellner Insurance Agency. Muchas cosas en la vida no tienen seguro. Para todo lo demás, llame a Zellner (888) 208-8119
La protesta es bien recibida cuando se hace dentro del orden y el respeto por el otro, pero cuando estos desquiciados se dejan llevar de los resentimientos se convierte en vandalismo. Que diferencia hay con los guerrilleros? Ninguna!
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