
Luego de dos días de marchas, cacerolazos y disturbios quedaron claras dos cosas. Primero, la falta de coherencia del mensaje del paro del 21 de noviembre, y segundo, que la protesta es efectiva y validada siempre y cuando se lleve dentro del marco de la ley.
Los videos compartidos en redes sociales el viernes, los cuales mostraban a miles de personas caminando o abordando medios de transporte no tradicionales en Bogotá, debido a que los actos de vandalismo atrofiaron el servicio de Transmilenio, me hicieron hervir la sangre.
Estos ciudadanos de bien, que simplemente querían llegar a sus trabajos o a sus casas, son prueba de que en Colombia la mayoría de la gente quiere vivir en paz, ser elementos productivos dentro de la sociedad y respetar la autoridad.
La ironía es que esa misma población humilde y vulnerable, que por ejemplo depende del transporte público, es precisamente el escudo que la demagogia utiliza para incitar la violencia.
Ahora, como lo he dicho varias veces, la madre de todos los males de Colombia es la corrupción y sus raíces están sembradas en el Capitolio Nacional. Uno pensaría que el paro habría sido la oportunidad ideal para poner la lucha anticorrupción de nuevo en primera plana.
Pero no fue así. O por lo menos yo no encontré videos de ningún representante a la cámara o senador recibiendo serenata de olleta de chocolate y molinillo en Fa Menor.
Los legisladores son quienes tienen el poder para generar el cambio estructural que Colombia necesita, pero una vez más han salido invictos. Ojalá los organizadores del paro hubieran copiado eso de Chile, país en el cual si se produjo una victoria tangible. La reducción a la mitad de los salarios de diputados, senadores, ministros, subsecretarios, alcaldes, intendentes y gobernadores.
En mi humilde opinión, no existe otro pueblo en el mundo que tenga más injusticias para protestar que el colombiano. Tampoco existe uno más noble. Prueba de esto son las imágenes de voluntarios lavando los grafittis de los muros con agua y jabón o recogiendo escombros en diferentes puntos de la capital este sábado por la mañana.
Durante mi lectura para escribir esta columna encontré el siguiente proverbio: «Sin visión el pueblo se desenfrena. Más el que guarda la ley es bienaventurado«, Proverbios 29:18
Estas palabras me suscitaron dos reflexiones sobre el liderazgo y rumbo de Colombia, el cual desde la distancia se ve a la deriva. ¿Qué puede esperarse de un gobierno que ha perdido la visión del país que sus electores apoyaron con tal de quitarse la etiqueta «el que dijo Uribe»? y ¿qué se puede esperar de una oposición que ha estigmatizado la obediencia a la ley y a las autoridades como extrema derecha?
Gracias por leer y compartir.
Xiomara Spadafora
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No puede estar mejor descrita la situación que vive nuestro país, aunque haya personas que piensan que con violencia se logran los objetivos. El fin justifica los medios? NO
Gracias Xiomara por compartir algo tan importante. Felicitaciones 👏🏼👏🏼
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Muy buen análisis de la situación política de nuestro país. Lo único que no estoy de acuerdo es en la parte del derecho al ruido pues ya se está tornando muy canson todos los días estar escuchando el son de la cacerola y además las manifestaciones cerrando calles y produciendo caos y vandalismo. Respeto la manifestación pacífica el día del paro pero todos los días vivir en paro sólo traerá más pobreza y más subdesarrollo. Si el presidente dijo que iba a escuchar dejémoslo y si no cumple hagan de nuevo manifestaciones pero todo proceso lleva su tiempo.
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