El martes pasado, mi esposo tenía una reunión muy importante en Sarasota, Florida. Si recuerdan, él se lesionó la espalda y la pierna jugando golf a principio de abril.
Tengo que confesar que la primera semana me reía a su espalda cada vez que lo veía cojear pero hoy, más de tres semanas después y una docena de terapias de medicina quiropráctica, el corazón se me arruga cuando lo veo sufrir. Por esta razón el lunes en la noche le dije: «No creo que deberías manejar baby. ¿Qué te parece si te acompañamos?«. Su cara se iluminó.
Antes de tomar carretera solo tenía que conseguirle niñera a mis perritos. Gracias a Dios cuento con una vecina Cubana increíble quien aceptó la tarea cuando le pedí el favor. Llené el carro de maletas, esposo e hijo y arranqué pasadas las cuatro de la tarde. En lugar de tomar la autopista inter-estatal 95 hacia el sur conduje por carreteras internas del Condado St Johns.
Pasamos por Green Cove, Stark y otras pequeñas poblaciones en las que según mi esposo «Ser boqueto esta moda«. Yo solía creer que era puro cuento de él pero lo comprobé en la estación de gasolina cuando pagué una botella de agua. La registradora me recordó al personaje Heriberto de la Calle de Jaime Garzón. Parece ser que en las poblaciones rurales de Estados Unidos la prioridad es tener una camioneta pick up ‘engallada’ a tener una sonrisa completa.
Llegamos al Sheraton Downtown de Tampa antes de las nueve de la noche. Decidimos quedarnos allí en lugar de Sarasota para poder llevar a nuestro hijo al acuario de la ciudad (The Florida Aquarium) en la mañana. Desayunamos temprano y salimos a mil por hora ya que nuestro pequeño no aguantaba las ganas de ver las medusas. Durante todo este tiempo mi esposo caminó bajo la sombra del dolor que no le dio tregua un minuto pero aguantó valerosamente el recorrido por amor a su hijo. El único momento en el que empezó a convertirse en el Hombre Increíble fue cuando paré a comprar la foto de nuestro grupo y la muchacha del mostrador no paraba de hablar. De un momento a otro se puso verde y se le empezó rasgar la ropa… ¡mentiras!
En lo que sí se transformó cuando se montó en el carro fue en un Súper Ejecutivo para la cita de las dos de la tarde. Se le olvidó el dolor y manejó hacia Sarasota con una sola meta en la cabeza: ganarse la presentación. Nos despedimos en el parqueadero de las oficinas y le di un beso de buena suerte. Mi hijo y yo teníamos un largo rato de espera así que busqué al rededor del parque empresarial qué hacer. De repente vi el aviso de Target (más conocido como el oasis de las mamás) y entramos. No hay nada como una tienda de pasillos llenos de juguetes para entretener a un niño de cuatro años.
Luego de mirar diez mil carros mi hijo se enamoró de la máscara y la pechera de Iron Man las cuales se puso inmediatamente. Mientras pagaba en la caja mi esposo me llamó para que lo recogiera. Cuando se subió al carro supe que había dejado a todo el mundo con la boca abierta porque tenía la cara de satisfacción del deber cumplido.
Aunque los hombres son de Marte y las mujeres de Venus como dice el famoso libro de John Gray «Men are from Mars, women are from Venus«, esta semana aprendí algo muy valioso de mi esposo:
El se levanta cada mañana -destruye la cocina haciendo el desayuno- y sale a atacar el mundo sin quejarse de las trivialidades que por ejemplo a mi me dañan el día. A él le importa un pito si la humedad le enrosca el pelo o si los empleados de la oficina lo miran mal. A él le importa el deber cumplido.
Por supuesto, mi esposo podría ampliar este concepto a ayudar más en la casa que poner la ropa sucia en la canasta de la lavandería. Pero él también hace millones de cosas por y para nosotros las cuales ni siquiera tengo que recordarle.
Los hombres siempre han sido un misterio para mi; creo que haber crecido sin un papá contribuyó a esto. Me rompieron el corazón un par de veces y dejé de creer en ellos a los 24 años. Pero conocí a mi esposo, tuve a mi hijo y mi perspectiva cambió para siempre. Mis dos hombres me han enseñado que ellos simplemente son diferentes a las mujeres; es decir torpes, olvidadizos y hasta cerdos–me refiero a los olores y sonidos que sus cuerpos producen a diario.
Solo espero que mi hijo siga los pasos de su padre y crezca como un hombre que trabaja hasta que el deber este cumplido. Si esto pasa mi pequeño se convertirá en un buen hombre y se transformará en el Super Héroe de una afortunada mujer.
Gracias por leer y compartir.
Xiomara Spadafora