Durante el fin de semana festivo tuve la fortuna de compartir tiempo con dos de mis mejores amigas –una, compañera de aventuras de la Facultad de Comunicación Social en la Universidad Javeriana de Bogotá, y la otra, su prima que vive en Miami y que conocí cuando me mudé a los Estados Unidos. Debido a la distancia que existe entre las tres, el punto medio de encuentro siempre es la casa de la que vive en Orlando.
Mi esposo y mi hijo se quedaron en casa y me dieron el día libre–¡cosa que jamás había ocurrido y que ahora pienso hacer más seguido!–para viajar a Orlando y encontrarme con mis «mosqueteras». Desde mi llegada y durante 20 horas continuas, las tres amigas hablamos sin parar de todo lo que nos había ocurrido en los últimos dos meses. Como diría uno de mis tíos que en paz descanse: «Éstas viejas están jugando La que respira pierde la palabra«.
Cinco hijos, dos esposos, un exesposo, y un exnovio tuvieron su turno en la «despellejada» del siglo. Sin embargo, el reciente exnovio de la de Miami, fue la carnada predilecta de las tres y al que dedicamos la mayor parte de nuestras habilidades quirúrgicas.
A pesar de tantos años de amistad, nunca habíamos contado con un espécimen como el mencionado anteriormente para nuestras reuniones de disertación masculina. Y créanme, hemos vivido de todo. Gracias a Dios, la vida nos ha dado experiencias de todos los sabores, dulces, saladas, ¡y hasta desabridas! Aunque sé lo doloroso que fue para mi amiga recordar su traición, este fin de semana logramos exorcizar su recuerdo y convertirlo en el mejor de los chistes, porque no hay nada como la risa para curar una pena de amor.
Antes de comenzar la disertación, las tres decidimos cambiar de profesión y nos convertimos en bacteriólogas para poder mirar al espécimen como lo que es: un pedazo de mierda. Ahora, los resultados más sobresalientes del análisis del espécimen, al cual bautizamos Triple HP –no con agua bendita, sino con tequila– son los siguientes:
En pocas palabras este parásito aplicó las políticas chavistas/socialistas –que tienen a su país consumido en la corrupción y la pobreza– a la economía de mi amiga. Es decir, ahorró su plata y gastó la de ella. Su tacañería no tenía límites. Sus regalos de Navidad o cumpleaños –si es que daba algo el Triple HP– fueron imitaciones o artículos de rebaja que no admitían cambios. En consecuencia, mi amiga tenía que enroscar los dedos de los pies cuando quería ponerse los zapatos que él le regaló sabiendo que eran una talla menos.
Encontramos también que un espécimen como este no se desarrolló solo en un hábitat, sino que contó con el apoyo de sus progenitores los cuales, son una especie avanzada de vividores que nutrieron con ejemplo sus hábitos de descaro. Por último, este engendro sufre de un narcisismo delirante que lo lleva a creer que unos pectorales y un abdómen de lavadero promedio lo exoneran de las pistas de aterrizaje que tiene en su frente, las pantorrillas de pollo y la falta de… digamos que clase, para no convertir esta historia en una clase de disfunción sexual.
Luego de recoger del suelo el «cuerito» del Triple HP y ponerlo en la basura, las «bacteriólogas» colgamos las batas blancas y volvimos a la vida normal. Yo empaqué mis corotos y pasadas las 2 pm regresé a Jacksonville donde encontré a mis dos hombres esperándome con los brazos abiertos. Por su lado, mis mosqueteras se vistieron de paciencia y se fueron con sus retoños para Universal Studios, a lo que yo llamo «cumplirle una promesa al Divino Niño» pues el chusmero y el calor que hace en esos parques son peor que ir de rodillas hasta el Barrio 20 de Julio.
En casa, luego del reconocimiento de los daños en mi ausencia, las únicas víctimas fueron las matas al lado de la puerta de mi casa. Antes de irme pensé en decirle a mi esposo que tenía que rociarlas en la mañana, pues el sol de la tarde las deshidrata. Pero, como también tenía que pedirle que le diera agua a los perritos preferí simplificar las instrucciones a lo último. A pesar de estar completamente achicharradas por el sol, llené mi jarrita de agua y con el corazón lleno de esperanza rocié mis desahuciadas maticas. A la mañana siguiente, cuando saqué mis perritos a pasear, encontré la más maravillosa sorpresa. Ambas materas estaban reverdecidas y florecidas.
Inmediatamente pensé en mi amiga de Miami y en la lección de esta semana. Ella es una mujer maravillosa, una gran mamá y amiga, quien ha sufrido pérdidas irremplazables en la vida, las cuales le han garantizado unos cuantos ángeles en el cielo.
No importa si el Triple HP le rompió el corazón. Esa bacteria pronto saldrá de su sistema para contagiar a alguna boba a la que le gusten las patas de pollo. Nuestra amiga y prima nos enseñó que de amor nadie se muere y que muy pronto, como mis maticas, volverá a florecer.
Gracias por leer y compartir.
Xiomara Spadafora