El pasado 8 de septiembre tuve el placer de experimentar la “sanduchera” por primera vez en mi vida. Dos semanas antes—el primer día de colegio de mi hijo para ser exacta—sentí una bolita tan grande como una almendra en la parte superior de mi seno derecho mientras me secaba al salir de la ducha. Al instante sentí un retorcijón en el estómago que me dejó sin aliento.
Mi hijo estaba montando patineta—su medio de transporte favorito dentro de la casa últimamente—riéndose a carcajadas mientras yo luchaba por trágame las olas de lágrimas que me inundaban los ojos. Me maquillé con mi pulso de maraquera—de milagro no quedé como una máscara de Halloween–y salí corriendo a llevar a mi hijo al jardín.
A pesar de que soy una mujer alegre y siempre trato de ver el lado positivo de las situaciones, no sé por qué, con mis cuestiones de salud, siempre tiendo a pensar lo peor como Mafalda.
Luego de salir del colegio, llamé al consultorio de mi ginecólogo y me dieron una cita de emergencia para esa misma tarde. Llamé a mi esposo y como siempre, me calmó. Él tiene ese poder sobre mí; me dijo “Todo va a estar bien” y yo le creí, porque siempre me dice la verdad.
Ese mismo día comenzaba a trabajar pero no pude ir. ¿Qué tal la calidad de empleada? ¡Ni que trabajara con los sindicatos que apoyan a Petro! Me fuí para la casa y tendí las camas, arreglé la cocina y doblé una montaña de ropa. Como salimos de afán para el primer día de colegio, mi casa había quedado como zona de guerra. Fue la distracción perfecta en un momento que los pensamientos fatalistas me atacaban.
Antes de la 1 de la tarde, mi esposo llegó a la casa a darme su apoyo en silencio. Salimos de la casa en carros separados y en el semáforo de la entrada de nuestro conjunto residencial, él giró a la derecha hacia el jardín de nuestro hijo y yo giré hacia la izquierda, hacia lo incierto.
Acostada en la camilla de examinación, mi corazón latía tan fuerte que podía sentirlo en mi garganta. Por fin el doctor dijo “No siento nada”, con un tono asertivo. Sin embargo, me preguntó si tenía historia de cáncer de mama en mi familia. Inmediatamente el rostro de mi Abuelita se dibujó en mi mente.
Aunque el doctor estaba casi seguro de que no había de qué preocuparme, me ordenó mi primera mamografía. Ese día era 24 de agosto y la cita más cercana era hasta el 8 de septiembre. Me hicieron una segunda ecografía el 15 de septiembre y solo hasta el jueves pasado, 17 de septiembre, la enfermera me llamó a decirme “No tiene nada de qué preocuparse”.
¡No pues gracias! Solo se demoraron cuatro semanas para devolverme el sueño. ¡EPSs HPs!
Probablemente está pensando que me asusté sin motivo. Pero… cuando tenía 12 años, mi Abuelita fue sometida a una mastectomía radical y yo me convertí en su enfermera durante las vacaciones de mitad de año. La ayudé a bañar y a curar la cicatriz de más de 30 puntos, y la vi enfrentar el proceso de recuperación de una mutilación. Por esta razón, el miedo a que el cáncer algún día entre en mi vida es un fantasma difícil de ignorar.
Mi Abuelita es la mujer más fuerte que conozco. Perdió a mi Abuelito a causa de la violencia en 1976 y quedó viuda con siete hijos, el menor de seis años. Tuvo un accidente automovilístico que la mantuvo 19 días en cuidados intensivos en 1987, sobrevivió cáncer de mama en 1992, y perdió al mayor de sus hijos varones en 2005 de cáncer de páncreas.
Octubre empieza la próxima semana y con éste el Mes de Sensibilización sobre el Cáncer de Mama. Cuando pienso en mi Abuelita recuerdo las palabras que ella nos decía unos días después de la cirugía: “Jesús dijo que si tu mano derecha te hace pecar, córtatela, pues es mejor perder uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo se vaya al infierno.” San Mateo 5:30
Ella es una mujer muy práctica, y es por medio de su fé inquebrantable que ha podido encarar las duras pruebas de la vida. Gracias a ella, aprendí a ver mis senos como un músculo más, sin la vanidad y el sex-appeal.
A mis lectoras, les digo cuídense. A mis lectores, cuiden a sus esposas, madres, hermanas, hijas y amigas. Hagan una cita de control si tienen 40 años o están en mayor riesgo debido a antecedentes familiares. La detección temprana definitivamente puede salvar nuestras vidas.
Gracias por leer y compartir.
Xiomara Spadafora
Una respuesta a «Octubre: Mes de Sensibilización sobre el Cáncer de Mama»