Los deportes nunca han sido una de mis fortalezas. Cuando era niña en los en los años ochenta, Colombia solo patrocinaba el fútbol masculino. Por otro lado, mi Mamá tenía que trabajar tiempo completo para mantenernos, así que no contaba con el tiempo ni con el dinero para matricularme en actividades extra curriculares.
Aunque odiaba los deportes de contacto, todos los años del bachillerato tuve que pertenecer a un equipo en el colegio. En contra de mi voluntad y como era una de las niñas más altas de mi clase–mido 1.70 cms desde los 13 años—los profesores de educación física siempre me escogían para jugar baloncesto.
Recuerdo que casi siempre terminaba los partidos con dos dedos tronchados, los cuales parecían morcillas, morados e inflamados.
A pesar de no haber entrado a un gimnasio desde que tenía veinte años, si creo en los beneficios del deporte especialmente para la niñez. La competitividad y deseo de superación son elementos que fortalecen la autoestima de los niños y los ayuda a perseguir el éxito en la vida adulta.
Por ésto y porque me casé con un adicto a la actividad física, nuestro hijo ha probado todos los deportes desde los tres años: golf, fútbol, baloncesto y taekwon-do. Aunque casi todos han sido un desastre debido al asma crónica de mi hijo, desde que cumplió cinco años las cosas cambiaron. Su salud ha mejorado notablemente y al parecer los genes de mi marido por fin salieron a flote.
Artes marciales para niños
De todos los deportes mis favoritos son los individuales como el Taekwon-do. Los niños practican en grupo, pero el desempeño depende de cada uno. Todas las semanas mi hijo anticipa sus prácticas gracias a la increíble personalidad de su instructor y a la disciplina estilo militar que lo mantiene a la raya como un soldadito.
Si bien es cierto que la clase de súper héroe como mi hijo la llama es divertida, las artes marciales tienen un significado muy profundo y enseñan perseverancia e integridad. Estos deportes recompensan el tiempo y el sacrificio por encima de las habilidades. Por eso, una promoción–cambio de color de cinturón–es muy importante.
Hace unos meses mi hijo fue seleccionado para avanzar de cinturón amarillo a verde. La evaluación fue al frente de varios jueces y de su instructor. Durante una hora me retorcí en la silla desesperada como si estuviera viendo un partido de las eliminatorias para el Mundial de Fútbol. Me quedaba mirando a mi pequeño, fijamente, como si fuera el Genio de la Lámpara queriendo hechizarlo para que los ejercicios le salieran a la perfección.
La siguiente promoción, de cinturón verde a azul, se avecina y mi hijo ya está en ascuas esperando la convocatoria del instructor. Cuando me pregunta aprovecho para recordarle que tiene que dejar de hacer monerías y poner atención a las instrucciones.
A pesar de su corta edad mi hijo entiende que en la vida como en el deporte nada es gratis. Hay que esforzarse para alcanzar las metas y sudar los triunfos gota a gota.
Por el momento seguiré ejercitando mi corazón para entrenar a mi hijo en la vida con mi amor infinito. Seré su fan número uno y estaré siempre al lado de la cancha con mis pompones de colores para hacerle barra–no fui capitana de porras en vano. Tal vez no sea la mejor atleta, ¡pero bailando no me gana nadie!
Gracias por leer y compartir.
Xiomara Spadafora
Los logros de nuestros hijos, son nuestro mayor orgullo. Bonita y ejemplar columna. Felicitaciones Xiomara!
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