
Hace dos semanas, el 31 de agosto, mi hijo empezó cuarto de primaria. Como buena madre, me preocupé innecesariamente pensando que los seis meses de televisión, videojuegos y entrenamientos deportivos a la hora que él quisiera, habían alterado su habilidad de seguir una rutina.
Por el contrario, mi hijo se levantó el primer día de colegio con toda la tranquilidad del mundo. Se desayunó–en la mesa del comedor en lugar del sofá–y se arregló en minutos sin quejarse una sola vez. Mientras tanto, yo le empaqué la lonchera y le recordé que usara el inhalador del asma antes de lavarse los dientes.
Aunque el ritual de la mañana fue prácticamente el mismo que el de antes de la pandemia, un cambio importante es que tomamos la decisión de no usar el bus escolar. En nuestros ojos, el antes adorado bus amarillo se convirtió en un plato de Petri gigante.
Inevitablemente, la fobia a los gérmenes es una de las consecuencias a largo plazo del Covid-19 en nuestras vidas.
Cuando llegamos al colegio, no pude evitar sentir una alegría que hace muchos meses no hallaba. Las caras de los pequeños estudiantes y sus padres–todos con sus máscaras–que llegaban a pie o en carro, brillaban de felicidad.
Con seguridad algunos sentían ansiedad y hasta miedo. Aún así, el riesgo para alcanzar un grado de normalidad era un precio que todos estamos dispuestos a pagar.
No obstante, el feliz regreso a clases en persona no solo dependía de los padres. Sin la compasión y compromiso de los maestros y el equipo administrativo de la secretaría de educación de nuestro condado, esta meta jamás habría sido lograda.
La devoción por la enseñanza y el amor por los estudiantes pudo más que la tormenta política e ideológica desatada por varios sectores del gobierno y de la sociedad. Durante meses, todas las opiniones acerca de abrir las escuelas, fueron preponderadas al tiempo que omitían el impacto de mantenerlas cerradas en la niñez.
Tan lejos como puedo recordar, los discursos de los políticos, activistas, ambientalistas, celebridades y muchos otros, casi siempre incluyen la siguiente frase para apelar o justificar sus decisiones: «Lo hacemos por el futuro de los niños«.
Entonces pregunto, ¿cuándo se convirtió en una excepción a esta regla abrir las entidades educativas en los Estados Unidos y otros países del mundo?
Ir a estudiar, es uno de los aspectos más importantes de una niñez saludable–especialmente la de los niños pequeños–sin importar su condición socioeconómica. Los niños necesitan estar rodeados de otros niños para emular comportamientos y desarrollar su humanidad. Tanto como necesitan aprender a leer y a sumar, necesitan aprender a jugar y a reír.
Además, si consideramos las necesidades de las poblaciones de bajos recursos, mantener a los niños fuera de las escuelas significa que muchos de ellos probablemente se van a dormir sin comer.
De acuerdo con las cifras más recientes del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, casi 30 millones de estudiantes fueron alimentados, diariamente, a través del Programa Nacional de Almuerzo Escolar antes de la emergencia del Covid-19.
Pero, por encima de todo, cuando los niños en comunidades vulnerables no pueden asistir a la escuela, por lo general se quedan en manos de niñeros inexpertos o abusivos. Casi 20 millones de niños nacieron en hogares con un solo padre (16 millones de madres cabeza de familia).
En consecuencia, si el padre o madre solteros deben ir a trabajar para no perder su empleo, los menores quedan al cuidado de sus hermanos o extraños, si no tienen familia cercana.
La triste realidad es que, una vasta mayoría de niños que viven en niveles de pobreza, ven su escuela como un refugio en el que son tratados con amor y en donde les enseñan que sus vidas si importan.
Ayer participé en la reunión virtual del consejo asesor de la escuela primaria de mi hijo llamado SAC. He pertenecido a éste por tres años porque me interesa conocer el lado admistrativo de la educación.
Ver las caras de algunas maestras fue gratificante al igual que escuchar anuncios importantes sobre el nuevo año escolar. Sin embargo, lo que más me impactó, fue un comentario de la rectora sobre los estudiantes:
«Estoy muy orgullosa de nuestra escuela Timberlin Creek. No hemos tenido un solo incidente de indisciplina por parte de los estudiantes. Ha sido realmente un privilegio ver su compromiso con las reglas, las máscaras y demás procedimientos de cambio de aulas, receso y hora de almuerzo «.
En otras palabras, los niños nos están demostrando que se portan mejor que muchos adultos.
Gracias por leer y compartir.
Xiomara Spadafora
P.D. Entre otras cosas, felicito de todo corazón a Miguel Angel López. El canal del Tour de Francia en YouTube tituló la victoria del pedalista colombiano en la etapa Grenoble – Méribel Col de la Loze: «Superman se ganó la súper etapa!«. En la entrevista después de su llegada, sus ojos llorosos dedicándole el triunfo a su familia, esposa, e hijo, me arrugaron el alma. Orgullo colombiano al 100%
Si no politizaran tanto los medios y las falsas redes sociales otro sería el panorama frente a la pandemia. Gracias Xiomara por compartir esta sentida columna, sacada desde lo mas profundo de tu ser como la mamá que eres. 👏🏼👏🏼👏🏼
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