
El orden lógico de la vida es que los hijos le digamos adiós a nuestros padres solamente cuando éstos mueren, excepto en mi caso. Mi padre huyó de su responsabilidad antes de que yo naciera y se escondió cobardemente tras la sombra de una nueva familia.
Tuvieron que pasar trece años y el fallo de un juez para que mi padre asumiera su rol. Ojalá la novela de mi vida hubiera sido diferente y pudiera decirles que todo se arregló, pero la realidad supera la ficción y mi padre entró y salió de escena cuantas veces quiso hasta que le apagué las luces del escenario. Continuar leyendo «La última carta para mi padre»








Mis perritos Rusty y Sasha tuvieron “el viaje de su vida” el jueves pasado. Debido a que los perros se estresan mucho durante las limpiezas de los dientes es necesario anestesiarlos, y la verdad yo no los culpo. Cuando yo voy al dentista, siempre pido el gas relajante—o gas de la risa que llaman en Estados Unidos—porque de lo contrario ¡yo también mordería a la higienista!
Ver a mi hijo reír, me hace reír. Ver a mi hijo dormir, me tranquiliza. Pero verlo respirar cuando está en plena batalla con su asma, hace que mi propia tráquea se constriña elevando mi ansiedad a un punto imposible de soportar. Durante las pasadas dos semanas, le he rogado a mi hijo que no grite ni corra, lo cual me hace sentir como una idiota pues es como pedirle a un ave que deje de volar.