Súper Héroe

El martes pasado, mi esposo tenía una reunión muy importante en Sarasota, Florida. Si recuerdan, él se lesionó la espalda y la pierna jugando golf a principio de abril.

Tengo que confesar que la primera semana me reía a su espalda cada vez que lo veía cojear pero hoy, más de tres semanas después y una docena de terapias de medicina quiropráctica, el corazón se me arruga cuando lo veo sufrir. Por esta razón el lunes en la noche le dije: «No creo que deberías manejar baby. ¿Qué te parece si te acompañamos?«. Su cara se iluminó. Continuar leyendo «Súper Héroe»

«¡Esta perra desgraciada…!»

La semana pasada, Sasha, my perrita rescatada que es una mezcla de Beagle y Labrador, tuvo Sistitis. Así es, a las perras también les da Sistitis como a las mujeres. La diferencia es que nosotras podemos identificar los síntomas y tomar remedios para calmar el dolor. Las perras, por el contrario, tienen que confiar en sus amos y esperar que estos identifiquen las señales para que las lleven al veterinario y recibir el tratamiento adecuado. Continuar leyendo ««¡Esta perra desgraciada…!»»

Óptima Mamá

El domingo pasado, fue la fiesta de cumpleaños número 4 de mi hijo. Pensé que había aprendido algo de los preparativos de las tres anteriores, pero no. Nuevamente corrí como una gallina sin cabeza las últimas dos horas antes de que empezara la celebración.

Tenía que recoger las cosas que me faltaban en dos tiendas diferentes y transitar en medio del tráfico de misa de Domingo. Yo vivo en Jacksonville, al norte de la Florida, y en ésta ciudad ¡hay una iglesia en cada esquina! Bueno tampoco, pero sí hay muchas. Aleluya. Continuar leyendo «Óptima Mamá»

Mente loca en cuerpo sano

XiomaraSpadafora-Si Mi Amor

La semana pasada mi esposo empezó a cojear de un momento a otro. Le pregunté: «¿Estás bien?» a lo que me contestó, «Sí mi amor, estoy bien…» Un par de días después seguía igual y empezó a quedarse callado–esa es mi señal para saber que algo serio le esta pasando. Volví y a preguntarle, «¿Estás bien?» y me volvió a contestar, «Si mi amor, estoy bien…», mientras estiraba las piernas en la sala de televisión, con gemidos y malas palabras entre los dientes.

Llegó la noche del viernes y luego de jugar 18 hoyos de golf con un par de amigos–aunque le recomendé que se quedara descansando–entró a nuestra habitación casi arrastrándose y se acostó en la cama. Le pregunté por tercera vez si estaba bien, pensando que me iba a contestar con la misma mentira, pero se agarró la cabeza y me dijo, «¡Este maldito dolor me va a enloquecer!» . 

Me mostró que el dolor le empezaba en la ingle e iradiaba la pierna hasta a la rodilla. Salté de la cama a buscar un spray para dolores musculares–de los que causan frío al principio y luego calor–y se lo apliqué en toda la pierna como si estuviera pintando un mueble.

El efecto frío del mentol empezó al cabo de un par de minutos, pero la cara de mi marido pasó de alivio a dolor cuando empezó a sentir el ardor. Abrió los ojos y me dijo, «Lo que me faltaba, ¡Ahora tengo las pelotas en fuego!«.

Al día siguiente, mi pobre esposo estaba desesperado, no solo por el dolor, sino por tener que quedarse quieto. Salió a la farmacia y compró bendas y esparadrapos como para forrar una familia de momias. Cuando llegó a la casa, se enrolló la pierna a la altura de la ingle y se apretó con el esparadrapo casi cortando la circulación. Mi hijo, mis dos perros y yo, mirábamos la pierna, fíjamente, esperando que se pusiera morada.

Sintiéndose mejor,  mi esposo comenzó a saltar como un boxeador y dijo, «¡Uy que berraquera! Me siento como nuevo. Yo creo que hasta puedo ir al gimnasio«. Yo me quedé mirándolo sin decir nada.

En menos de treinta minutos se desesperó, se quitó el bendaje y llenó una bolsa de hielos para ponérsela sobre la ingle, moviéndola frecuentemente para que no se le congelaran «las joyas». Y así terminó la tarde: sentado, callado y aburrido.

Ahora, después de ver a mi esposo «penando» esta Semana Santa en silencio, aprendí unas valiosas lecciones:

1.) Nada duele tanto como el orgullo. Mi esposo prefirió desgarrar músculos y tendones antes que mostrar debilidad delante de sus amigos.

2.) Hay que reconocer las limitaciones del cuerpo con el paso del tiempo. Aunque el espititu de mi esposo es el de un hombre de veinte años, el cuerpo ya no es el mismo y necesita lubricante en las visagras.

3.) Definitivamente mi esposo se equivocó de profesión. Habría sido un excelente agente encubierto de la CIA, ¡pues se aguata cualquier tortura!

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Xiomara Spadafora

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Persecusión a Escoba

Ayer, antes de salir para una cita médica, mi perro Rusty decidió desafiarme cuando le pedí que entrara en su jaula. En lugar de obedecerme como siempre lo hace–¡a quién estoy engañando si siempre me da guerra!–Rusty empezó a correr en círculos al rededor del comedor.

En un microsegundo perdí el control, agarré la escoba del garaje y lo perseguí por dos o tres minutos. Al ver que me llevaba la delantera por cualquier ángulo, paré y le hice pistola mientras le decía, «¡Haga lo que quiera!«. Rusty me miró fijamente como diciendo “¿A esta vieja loca que le pasa?»

Rendida y humillada por un oponente de cuatro patas, guardé la escoba en el garaje y cuando regresé a poner la alarma, ¿adivinen a quién encontré acostado, plácidamente, en su jaulita? Me acerqué a cerrarle la puerta y le dije, “Adiós Rusty».

Al subirme al carro encontré a mi hijo en el asiento de atrás jugando con un muñeco. Gracias a Dios no se dio cuenta de nada. Luego de mi duelo con Rusty aprendí dos valiosas lecciones:

1.) Aunque perdamos la cordura delante de las personas que queremos, siempre existe la posibilidad de reconciliación si estamos dispuestos a dejar el orgullo a un lado.

2.) Voy a empezar a amenazar a mi esposo y a mi hijo con la esccoba. ¿Quien quita?, de pronto recojan su desorden sin tener que decirles.

Gracias por leer y compartir.

Xiomara Spadafora

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